Biografía Arturo Borja (Generación decapitada)

  Arturo Borja


Arturo Borja Pérez nació en la ciudad de Quito (Ecuador) el 15 de septiembre de 1892. Su familia tenía ascendientes muy notables, ya que Borja era descendiente directo del Papa Alejandro VI y de la nieta de Fernando II de Aragón.

Su infancia estuvo marcada por la personalidad de su padre, Luis Felipe Borja Pérez, muy conocido en Ecuador por su labor política, jurídica y, también, literaria. Según los biógrafos del poeta, su niñez fue tranquila, pero no feliz. Esto se debió, como se apuntaba, al carácter de su padre.

En el hogar familiar, reinaba una férrea disciplina. Algunos estudiosos llegan a considerar al padre de Arturo como obsesivo y siempre pendiente de su trabajo. Parece que el progenitor imponía unos férreos horarios y una estricta disciplina a todos sus hijos, lo que acabó reprimiendo el desarrollo de la personalidad de Arturo.

La consecuencia de esa educación represiva fue la propensión del poeta a sufrir depresiones. Muchos biógrafos apuntan que influyó de manera decisiva en el suicidio que acabó con su vida.

Por otra parte, Arturo Borja estuvo siempre muy interesado por la poesía. Tan solo contaba con quince años cuando escribió sus primeros poemas.

Viaje a París

Fue, precisamente, mientras escribía cuando Arturo se dañó un ojo con la pluma. No se conoce como ocurrió, pero el caso es que la punta de esa pluma se calvó en uno de sus globos oculares. Para intentar mejorar la lesión, el poeta y su padre se desplazaron hasta París en 1907, cuando solo tenía 15 años.

Como consecuencia del accidente, Arturo debió llevar una venda negra en el ojo herido durante un año. Esto, siendo aún adolescente, incrementó sus problemas anímicos, afectando a su estado de ánimo.

De acuerdo a los biógrafos, su actitud variaba dependiendo del momento, alternando fases de melancolía y tristeza con otras enérgicas y sociables.

Sin embargo, ese viaje a París se convirtió en una gran oportunidad para el joven poeta. Arturo tenía mucha facilidad para los idiomas y se inscribió en un curso literario en la capital francesa.

Poetas Malditos

El mencionado curso de literatura no fue el único provecho que sacó Borja de su estancia en París. Durante el tiempo que estuvo allí, entró en contacto con los llamados “Poetas Malditos”: Baudelaire, Verlaine, Samain y Mallarmé. De ellos aprendió parte de su estilo de escritura, vibrante y melancólica.

No solo se empapó de la literatura de esos poetas, especialmente de la de Baudelaire, Mallarmé y Rimbaud, sino que también se contagió de parte de su comportamiento. Estos autores tenían fama de vivir de una manera bohemia, ingiriendo una gran cantidad de alcohol y otras drogas.

Regreso a Ecuador

Con 17 años, Arturo Borja regresó a su Ecuador, concretamente a la capital, Quito. Parece que, a su vuelta, el carácter de Borja había mejorado y las crónicas lo describen como un joven risueño. Imitando lo que había visto en Francia, formó un grupo literario, reuniendo a su alrededor a una serie de jóvenes autores.

Entre los más asiduos a sus encuentros se encontraban Ernesto Noboa Caamaño (con quien había coincidido en Europa), Humberto Fierro y Medardo Ángel Silva, entre otros. Estos autores no solo sentían atracción por los poetas franceses, sino también por Rubén Darío y Juan Ramón Jiménez.

En esa época, Borja y sus compañeros adoptaron un modo de vida bohemio, dando muestras continuas de ingenio y alegría. Su poema Madre Locura fue escrito durante ese periodo.

En cuanto a su vida personal, Arturo Borja comenzó un noviazgo con Carmen Rosa Sánchez Destruge, descrita como una bella guayaquileña por sus contemporáneos. Según parece, ambos se citaban con frecuencia en el cementerio, algo que da indicaciones sobre su carácter.

Periódico La Prensa

Dejando un poco al lado su faceta bohemia, Borja trató de asumir más responsabilidades. Para ello, aceptó dirigir la hoja literaria del periódico La Prensa.

Este medio, bastante cercano a posturas políticas revolucionarias, prestaba mucha atención a la gramática. Los enfrentamientos entre Arturo y un crítico literario por ese tema, acabaron por cansar al joven.

Por otra parte, el 1910 tradujo al español “Les Chants de Maldoror” del Conde de Lautréamont. Su trabajo fue publicado en la revista Letras.

Muerte de su padre

Una hecho luctuoso provocó un cambio en la vida que estaba llevando Arturo Borja. En 1912, su padre falleció, dejándole como legado 8000 sucres. El poeta decidió entonces dejar de trabajar y solo dedicarse a escribir y realizar las actividades que más le gustaban.

Al recibir la herencia, Borja también comenzó a manifestar su intención de suicidarse cuando se le acabara el dinero de su padre. En ese momento, sus amigos no tomaron demasiado en serio esas palabras, pensando que solo era una broma macabra.

Sin embargo, los biógrafos apuntan que, muy posiblemente, Borja comenzó a tomar morfina en esa época, al igual que lo hacían sus compañeros Noboa y Caamaño. Antes de recibir la herencia no había podido adquirirla y, al poder pagarla, se convirtió en consumidor asiduo.

Matrimonio

Después de un tiempo de noviazgo, Arturo Borja y Carmen Sánchez Destruge contrajeron matrimonio el día 15 de Octubre de 1912, cuando él tenía 20 años. Ambos disfrutaron de varias semanas de luna de miel en una hacienda cercana a Guápulo.

Como muestra de sus sentimientos, dedicó algunos poemas a su esposa, como En el blanco cementerio

Muerte

Como se ha apuntado anteriormente, ninguno de los amigos y compañeros de grupo literario de Arturo Borja había creído en su amenaza de matarse cuando se le acabara el dinero de la herencia.

Sin embargo, el poeta lo decía totalmente en serio. Así, el 13 de noviembre de 1912, una vez finalizada su luna de miel, Arturo Borja tomó una sobredosis de morfina que le causó la muerte.

De acuerdo a los cronistas de la época, ambos cónyuges habían llegado para suicidarse juntos. Por razones no explicadas, la esposa de Borja no llegó a cumplir con su parte y siguió con vida.

En aquel momento, todos los allegados, incluida la viuda, intentaron ocultar el suicidio para evitar el escándalo social. La versión que ofrecieron fue que falleció víctima de un colapso.

Obras

Arturo Borja murió cuando solo tenía 20 años. Esto provocó que su obra no fuera muy extensa, aunque los expertos afirman que bastan para probar la calidad del poeta. Fueron, en total, veintiocho poemas, la mayoría publicados póstumamente en el libro La Flauta del Onix.

A pesar de esa escasa producción, Borja es considerado como uno de los pioneros del modernismo en Ecuador. Junto al resto de los componentes de la Generación Decapitada, llevaron al país un nuevo estilo de hacer poesía, tanto por su estilo como por la temática. .

Sus primeros trabajos muestran un poco de actitud optimista, tal y como se puede contemplar en su obra Idilio Estival. Sin embargo, con el tiempo, su escritura va evolucionado hacia una temática más siniestra, con la muerte jugando un papel muy protagonista.

Los críticos afirman que los poemas muestran una profunda desesperación, tanta que llega a transformarse en un deseo de morir.

Algunos de sus poemas más reconocidas fueron Madre Locura, Las Flores del Mal y la Flauta del Onix.

 

Poemas

Sus obras más importante fueron:

– La flauta de Ónix.

– Poemas inéditos.

– Voy a entrar al olvido.

– Melancolía madre mía.

– Estola.

– Primavera mística y lunar.

– Idilio estival

Para mí tu recuerdo

Uno de los poemas de Arturo Borja más famosos es Para mí tu recuerdo. Parte de ese reconocimiento le viene dado por la versión musical que realizó el compositor Miguel Ángel Casares Viteri. Desde entonces, la obra ha sido interpretada por vocalistas destacados, como Carlota Jaramillo y Bolívar “El pollo” Ortiz.

Para mí tu recuerdo

Para mí tu recuerdo es hoy como la sombra

del fantasma a quien dimos el nombre de adorada...

Yo fui bueno contigo, tu desdén no me asombra,

pues no me debes nada, ni te reprocho nada.

 

Yo fui bueno contigo como una flor. Un día

del jardín en que solo soñaba me arrancaste;

te di todo el perfume de mi melancolía,

y como quien no hiciera ningún mal me dejaste...

 

No te reprocho nada, o a lo más mi tristeza,

esta tristeza enorme que me quita la vida,

que me asemeja a un pobre moribundo que reza

a la Virgen pidiéndole que le cure la herida.

   

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